Atlacahualo is the last metztli of Tonalco, when the xihuitl divides in two, and the festivals and ceremonies of Xopan, the rainy season, begins. Fittingly, Tlaloc, Our Lord the Rain, and the Tlaloqueh are honored during Atalcahualo, for Our Mother the Earth is dry and parched, and cries out for the rains to nourish Her. The mountains are hollow, and in their interior is a misty paradise ruled by Tlaloc. Here He keeps the “souls” of all living things, which there await rebirth. He sends out His servants, the Tlaloqueh dwarfs, to the four directions, and They bring the nourishing rains with Them. These rains can be beneficial or harmful, as they also bring floods, hurricanes, hail, or drought. Therefore during Atlacahualo we ask Tlaloc to smile upon us, and to bring us gentle rains that will bring life to the fields and bring joy to humanity.
The Ceremonies of Atlacahualo
The ceremonies of Atlacahualo therefore take place at the hills or mountains, for here, in their hollow interior, is Tlalocan, where Tlaloc and the rains reside. It is to the hills and mountains we must go, to make offerings to Tlaloc and the Tlaloqueh at Their home. We bring to them four hills cut out of paper, each painted the colors of the four directions, as an offering to the four Tlaloqueh who will bring us the rains. Because the Tlaloqueh are dwarfs, children are sacred to Them. The children in the calpulli should be richly attired, each child dressed in the color of one of the four directions, with folded paper fans painted with stripes in the same color attached to their backs and the back of their copilli. Their faces are painted black, with white circles on their cheeks. They then dance before each of the four representations of the hills, and make offerings of fruit and flowers, in gratitude to the Tlaloqueh who dwell within. In the middle of the ceremony, those who feel so called should offer drops of blood from their earlobes, fingertips, tongues, or other fleshy parts, to the ixiptla of Tlaloc and the four sacred mountains, as an act of nextlahualiztli, of debt-payment for the gifts They give us, and in order to give Them the energy necessary to bring forth the rains in the season of Xopan which is soon to begin.
Because it is during these days that Tonalco transforms into Xopan, we also give thanks at the mountain to Xipe Totec, who presides over the changing of the seasons, and who makes life possible with the gift of His golden skin. He represents the changing of the seasons, as the dry, dead season of Tonalco becomes the wet, living season of Xopan. He therefore makes His first appearance during the metztli of the Spring Equinox, which occurs during Atlacahualo. He wears the skin of a flayed man. His living body represents the living earth, filled with seeds, while the flayed skin He wears is the dry surface of the earth in Tonalco, covered with dry vegetation, which seems dead but which in fact conceals the living plants of Xopan, which are waiting to be reborn. Tall poles, their tips painted black, are adorned with white paper flags and streamers, and are placed about the altar. An image of Xipe Totec is placed there. If you are a dancer, you place your shields and macuahuitl before the altar, or miniature reproductions of them if you are not. The period of Tonalco has come to a close, which is the time of war and male energy, and the female principle of rain and water is coming into fruition. Xipe presides over this change with His warriors dance, reminding us of our debt and the gifts of life and maize soon to come.
9 - Atlacahualo - El Descenso de las Aguas - 13 de marzo a 1 de abril
Atlacahualo es la última metztli de Tonalco, cuando el xíhuitl se divide por mitad, dando inicio a las ceremonias de Xopan, la temporada de lluvias. A tono con esta temporada, Tláloc y los Tlaloqueh reciben honores en Atlacahualo, cuando Nuestra Madre Tierra está seca y exige el descenso de las lluvias para nutrir Su carne. Tláloc, Nuestro Señor la Lluvia, gobierna desde la Casa de la Neblina, espacio ubicado en el interior hueco de los montes. Es en este sitio donde custodia los espíritus de todos los seres, en tanto que esperan su momento de nacer sobre la Tierra. Siervos de Tláloc son los Tlaloqueh, quienes son enviados a los cuatro rumbos para cargar la lluvia. Estas lluvias pueden ser beneficiosas o perniciosas, pues pueden venir en forma de inundaciones, tempestades, granizo o sequía. En Atlacahualo, pues, le pedimos a Tláloc que nos otorgue Sus dones y nos conceda lluvias amables, que traigan abundancia y gozo para la humanidad.
Ceremonias de Atlacahualo
Las ceremonias de Atlacahualo se ubican en cerros y montañas, en cuyo interior se encuentra el Tlalocan, donde habitan Tlaloc y las sagradas lluvias. Se les ofrecen cuatro cerros de papel cortado pintados con los colores de las cuatro direcciones, remitiendo a los cuatro Tlaloqueh que, como seres de pequeña estatura, son protectores de las infancias. Dada esta relación, se atavia ricamente a la niñas y los niños del calpulli, vistiéndoles igualmente con los colores de las cuatro direcciones y abanicos de papel pintados con franjas de los mismos colores en sus nucas. Sus caras se pintan de negro con círculos blancos en las mejillas. Las niñas y los niños danzan frente a las representaciones de los cerros, ofrendado frutas y flores como muestra de gratitud hacia Tláloc. En mitad de la ceremonia, quienes sientan un llamado ofrecen la sangre de sus lóbulos, de las yemas de sus dedos, de su lengua o de otras partes carnosas de su cuerpo, presentándola ante la ixiptla de Tláloc y las montañas sagradas. Éste es un acto de nextlahualiztli o pago de la deuda contraída por Sus dones, para darles la energía que necesitan a fin de traer de nuevo la lluvia en la temporada que está por empezar.
Otra deidad que recibe honor y gratitud en Atlacahualo es Xipe Tótec, regente de la transformación, quien preside la metamorfosis de sequedad en humedad, de Tonalco en Xopan. Gracias a la piel de Xipe Tótec, que se ve transformada en maíz, la vida sobre la Tierra se vuelve posible. Su primera aparición es en el equinoccio de primavera, que cae dentro de la veintena Atlacahualo. Lleva puesta la piel de un desollado, que recuerda a la superficie seca de la Tierra en el invierno, mientras que Su propia piel es la Tierra viva, llena de semillas, que paracería muerta, pero en realidad espera renacer bajo la vegetación seca. Se adornan grandes postes con banderas de papel y serpentinas, sus puntas de pintan de negro, y se les coloca en el altar, cerca de una imagen de Xipe Tótec. Si se es danzante, se depositan el chimalli y el macuáhuitl, o en su defecto reproducciones en miniatura de estas armas. El tiempo de Tonalco llega a su fin, cerrando el ciclo de la guerra y la energía masculina. Inicia, pues, la temporada femenina, poblada por la lluvia y el principio fértil. Xipe Tótec preside este cambio, recordándonos que el maíz se aproxima, así como que tenemos una deuda con lo divino.
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